Con los dos soles escondiéndose por debajo del volcánico horizonte, el último de los insectos voladores inicia un moribundo y espiralado descenso a tierra, sellando así el fin de toda clase de vida sobre el planeta. Ante esto, el comandante de la nave nodriza felicita al resto de las naves, miles y miles que pueblan los cielos de este mundo en llamas, por el éxito de la misión: ya todos los recursos naturales y energéticos han sido consumidos. A continuación, sin perder más tiempo, el líder de los parásitos interplanetarios fija un nuevo rumbo y un nuevo objetivo: ahora la víctima será Betelyún, un planeta gigante que orbita alrededor de la estrella Betelgeuse, un planeta cuya civilización jamás podrá defenderse del ataque del Imperio Humano.
Marcos Zocaro ©
Argentina
5 comentarios:
Esto lo he pensado siempre, tú lo has escrito muy bien.
abrazos
Terrible soplo distópico! Mete miedo Marcos, pero así somos. Me gusta mucho el cierre. Saludos de vendaval!
Creo que no hace falta ir tan lejos, aquí ya no podemos defendernos.
Bien.
Sí, Marcos, estoy de acuerdo contigo aunque normalmente no lo he definido así, pero siempre he tenido claro que somos como un cáncer para nuestro planeta y acabaremos con él. Uf, me da miedo pensar en tu relato, que encima nos vayamos a por otro.
Saludos y buena ficción, espero...
Un soplo distópico, me gusta. Más de una vez he pensado que es lo que somos: parásitos en este hermoso planeta.
Besitos
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